Es increíble la magia que tiene la frase "Me voy a bañar". Es como que instantáneamente activa en nuestras madres, abuelas y tías esa necesidad urgente de lavar los platos, regar el pasto, baldear la vereda. Y así como si nada te terminas bañando con agua que pasa de extremadamente caliente a extremadamente congelada, de un chorro gigante a un misero goteo JUSTO cuando tenes la cabeza llena de shampoo.
No hay excepciones.
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